Es tu simple caricia

Con la simple caricia de todos los días
que es suave y nunca se tornará agresiva,
casi parecen mías como le pertenece
la noche a la luna.

Con la simple caricia
que una madre enseña a su hijo,
mostrándole sus pasos y enderezándolos
si van torcidos.

La tierra triste se pone cuando siente
que un árbol ha caído
y tiene la ilusa esperanza
de que despierte otra vez.

Con la simple caricia
te pido lo que me pides,
amistad, amor, ternura,
aunque parezca que no lo necesito.

Si las flores hablaran
nos mostrarían un mundo distinto,
que Dios no le puso espinas a las rosas,
sino que llenó de rosas a los espinos.

Con la simple caricia
que le hace el arroyo al río,
mientras sus pastos descansan,
escapando del frío.

Y así como la vida me da cachetadas
de amargura,
fracasos
y acelera mis latidos...

Es tu simple caricia,

de todos los días que es suave
y nunca se tornará agresiva,
la que me ha de abrazar
y siempre me servirá de abrigo.

Tu dulce mirada

Es tu dulce mirada
la que nace de mañana.
Estremece y estrecha el frío rocío
con las nubes matizadas.

Un sentimiento nuevo
crece dentro del mar,
mientras la playa
espera a su príncipe.

Es la que cuida de los bosques,
los acaricia
cuando la vejez de los árboles
se transforma en nuevas hojas.

Tu cuerpo se llena de sensaciones
que se acumulan en tu boca,
mientras tus manos rinden
culto a mis besos.

Es tu dulce mirada
la que, a veces,
ciega mis pasos, la que ata mis brazos
tornándolos casi inútiles.

La luna dibuja figuras en el cielo
y juega con las estrellas
cuando los mares enojan
porque permaneces indiferente.

Tan sólo un deseo profundo
nace de mis ojos,
un deseo sufrido por miedo
de no hacerlo realidad.

Mis sueños engañan mi mente
por culpa de ese deseo eterno
me despierto y despero
y no me deja de alumbrar.

Es tu dulce mirada
la que necesito que se apague,
para poder, algún día,
con mis ojos mirar.

Fueron tus tiernos besos

Fueron tus tiernos besos
los que despertaban mis ojos
cuando el día nacía,
acariciando mi cuerpo,
cada mañana,
como un niño a la vida.

Los que disimulaban el invierno,
crudo, áspero,
mientras los pájaros escondían en sus nidos
las canciones que en primavera cantarían.

Fueron tus tiernos besos
los que me dieron alegrías,
ayuda y cuidado
cuando solo me sentía;
protección y consuelo
tanto de noche como de día.

Los que marcaron mi alma
como una osa en celo,
cuidando de sus críos, tímidamente hambrientos,
haciéndome vivir en un mundo de fantasía.

Fueron tus tiernos besos
los que sin darme cuenta,
un día envenenaron mis labios,
sellaron mi boca,
acabaron con mis palabras...,
y callaron mi vida.


La mar

Un día me sentí dueño de la mar,
pero no era mía.

Era tan grande y mágica
que no pude contenerla.

Quise que fuera mía,
sus olas, sus colores,
sus misterios, sus ruidos.

Sólo tuve el consuelo
de que siempre allí estaría.

Pastos verdes en otoño

ISBN: 978-9871827039

91 páginas. En Castellano

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A lo lejos, el arco iris. Más cercano, el fiel reflejo de un humano corazón.
La impaciencia corrió primera, pero una suave brisa, en lo más profundo, calmó los temores.
El mar de los sueños entró en las playas queriendo mojar con sus besos, mientras el sentir de un ángel hacía seguro a cada paso caminante.
El viento trajo confianza, y las nubes de lluvia refrescaron la espera.
Sus gotas cayeron para limpiar las heridas de los deseos tardíos. El consuelo cicatrizó los pasos, mientras una gaviota iba en busca de alimento, justo en el mismo tiempo en que una sonrisa brilló en el firmamento. Firme. Segura. Insolente.



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